Amparados por los históricos del andalucismo, los denodados militantes del Partido Andalucista han celebrado su último Congreso en un ambiente de pesimismo.
Sin concejal alguno en las capitales andaluzas y sin representación en el Parlamento de Andalucía, algunos de los de siempre, otros que creen de verdad en la utopía andalucista y los abnegados militantes que se lían la bandera andaluza a la cabeza se han dado un respiro obligatorio antes de introducirse en las arenas del desierto que tienen que atravesar, con el camello a cuestas.
La agradecida retirada del actual acalde de San Fernando puso en bandeja de plata el Congreso en las manos de Pilar González, lo que produjo una sonrisa alargada en los sufridos militantes, carentes hasta ese momento de estímulo conciliador, y convirtiéndolos en artífices de la última prótesis salvadora.
Y lo que son las cosas, con este resultado manifiestamente mejorable en lo andaluz, se hizo evidente un Andalucismo militante, arrolladoramente independiente, capacitado para arrullar en el oído de los andaluces que es posible buscar la igualdad social entre toda la ciudadanía andaluza, soñador pero no dormido y seductor, especialmente seductor con los andaluces.
Sigue siendo deseable ese Andalucismo militante. Ignoro si los mimbres que ha aportado este Congreso Andalucista son los justos y necesarios, pero si no fuese así, el andaluz que observa y analiza, o sea, el ciudadano abierto a la crítica para cambiar la realidad de su en-torno deberá buscar nuevos métodos, caminos y posibilidades para, al menos, no dar por perdida la batalla de la utopía realizable y liberadora.
Sin concejal alguno en las capitales andaluzas y sin representación en el Parlamento de Andalucía, algunos de los de siempre, otros que creen de verdad en la utopía andalucista y los abnegados militantes que se lían la bandera andaluza a la cabeza se han dado un respiro obligatorio antes de introducirse en las arenas del desierto que tienen que atravesar, con el camello a cuestas.
La agradecida retirada del actual acalde de San Fernando puso en bandeja de plata el Congreso en las manos de Pilar González, lo que produjo una sonrisa alargada en los sufridos militantes, carentes hasta ese momento de estímulo conciliador, y convirtiéndolos en artífices de la última prótesis salvadora.
Y lo que son las cosas, con este resultado manifiestamente mejorable en lo andaluz, se hizo evidente un Andalucismo militante, arrolladoramente independiente, capacitado para arrullar en el oído de los andaluces que es posible buscar la igualdad social entre toda la ciudadanía andaluza, soñador pero no dormido y seductor, especialmente seductor con los andaluces.
Sigue siendo deseable ese Andalucismo militante. Ignoro si los mimbres que ha aportado este Congreso Andalucista son los justos y necesarios, pero si no fuese así, el andaluz que observa y analiza, o sea, el ciudadano abierto a la crítica para cambiar la realidad de su en-torno deberá buscar nuevos métodos, caminos y posibilidades para, al menos, no dar por perdida la batalla de la utopía realizable y liberadora.
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