4 de septiembre de 2014


Andalucía, con capacidad para ser una de las regiones más prósperas de la vieja Europa



   La tasa de paro más elevada del estado, la emigración, la renta familiar media más baja de España, la escasez de productos andaluces en nuestro mercado interno de bienes de consumo, la nula implantación de empresas andaluzas en el sector de los servicios básicos de consumo diario, los bajos salarios, la precariedad laboral, un reparto desigual de la tierra, la escasa iniciativa empresarial, el subdesarrollo del sector industrial, la inexistencia de multinacionales de capital andaluz, la situación secundaria de los bancos y cajas andaluces en relación a los grandes bancos españoles, son problemas que hacen de la realidad socioeconómica del pueblo andaluz una de las más duras, no ya de España, sino de toda la Europa desarrollada.

   Aunque pueda parecer lo contrario, Andalucía reúne todos los requisitos necesarios para ser una de las regiones más prosperas de nuestra vieja Europa, aunque al día de hoy todo queda subordinado al papel de cenicienta que el estado español ha otorgado a esta maravillosa tierra. Ocho millones de personas que comen, beben, calzan, visten, compran casas, consumen gas, agua, luz y teléfono, piden hipotecas, ahorran dinero en cuentas corrientes. Ocho millones de personas que trabajan y viven. Total, un paraíso para quienes logran llenar nuestros mercados con sus productos, sus bancos con nuestros ahorros e hipotecas y las arcas de sus empresas con nuestros bajos salarios.

   Necesitamos controlar nuestros mercados, llenarlos de productos andaluces, de empresas de ser-vicios básicos que sean andaluzas, desarrollar nuestra industria con el correcto aprovechamiento de nuestras materias primas, nuestra mano de obra y nuestra capacidad para comprar sus productos una vez estén puestos a la venta en nuestro mercado interno, recuperar el control de nuestro negocio turístico, fortalecer nuestra agricultura tanto en el plano de la demanda interna como en el de la demanda externa. Tenemos que cambiar el signo de la desigualdad para dar un cambio radical a nuestra cara, obtener el control de nuestros recursos y, consecuentemente, las riendas de nuestro futuro.
 
    A raíz de una lectura simple de estos hechos podríamos llegar a la afirmación de que Andalucía es una tierra pobre, incapacitada por su propia condición económica para la generación de re-cursos que ayuden a levantar la nación. Pero, ¿realmente esto es así? ¿Realmente es Andalucía una tierra pobre? ¿Realmente el subdesarrollo económico de Andalucía es consecuencia de su propia incapacidad para la generación de recursos? O por el contrario, ¿es Andalucía una nación dotada de los recursos suficientes como para poder convertirse en una de las zonas más prosperas, ricas y desarrolladas de la Europa comunitaria, pero que al día de hoy se ve incapacitada para una correcta gestión de los mismos que le permita la reinversión de los beneficios obtenidos por su actividad económica en el progreso de su tierra y su pueblo? Sinceramente, la respuesta es tan clara como evidente.

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